Los desahucios siguen existiendo a pesar de la propaganda del Gobierno, que insiste en que los ha prohibido.
En los últimos 10 días, desde el Sindicato de Inquilinas de Madrid hemos parado tres desahucios. Por un lado, el de nuestra compañera Verónica que, gracias a nuestra presencia en la puerta, logramos aplazar tan solo 7 días ante la indiferencia de las instituciones públicas. Hoy, tras días de presión y visitas a servicios sociales y el juzgado, hemos logrado que se suspenda sin fecha. Además, a lo largo de la semana pasada, también logramos negociar la suspensión de otro desahucio a través de nuestra acción sindical y paramos uno más por la vía judicial.
Los desahucios siguen existiendo. Se nos sigue echando de nuestros hogares, pese a la propaganda del gobierno. El año pasado fueron casi 20.000 las familias trabajadoras desahuciadas por vía judicial, a las que habría que sumar todas aquellas que son expulsadas sin necesidad de la orden de un juez. Nos referimos a esos desahucios invisibles que aceptamos en silencio y con resignación, cuando nos echan de nuestros hogares por una subida inasumible, por una no renovación de contrato o por la mentira de que el casero necesita el piso para un hijo que vuelve de estudiar fuera.
Unido a esto, la patronal inmobiliaria sigue tratando de exprimirnos más y más, incentivando los alquileres de temporada, turísticos y por habitaciones, las subidas de alquiler, las cláusulas abusivas, los cobros ilegales de honorarios y otras prácticas especulativas con las que se aprovechas una y otra vez de su posición de poder. Como el arbitraje que le han impuesto a Verónica y a su familia; un arbitraje contratado por sus caseros para ahorrar tiempo y para no permitir que Verónica tuviese derecho a defensa. Los rentistas han desarrollado mil y una maneras de enriquecerse a nuestra costa a través de unas leyes y un sistema que les ampara, les sostiene y les protege. Todo ello sumado a las prácticas discriminatorias normalizadas que sufrimos a través del racismo inmobiliario, la discriminación por ser familias monoparentales, tener hijos menores o mascotas o cobrar el salario mínimo, entre muchas otras.
No importa cual sea nuestra situación, vivir de alquiler es lo que nos hace vulnerables. Tener que pagar más de la mitad de nuestro salario al casero por el simple hecho de tener un hogar. Mantener a otros con nuestro trabajo a cambio de disponer de un lugar donde desarrollar un proyecto de vida propio. Perder en salud mental y física por las condiciones miserables desde las que defendemos el derecho a la vivienda, la vida y la ciudad.
Ante esta realidad, lo tenemos más claro que nunca: la única solución es organizarnos. Organizarnos para bajar los precios de los alquileres. Organizarnos para luchar por que nuestras casas sean de quienes las habitamos y no de los rentistas que nos explotan. En definitiva, organizarnos para que la vivienda deje de ser el negocio de unos pocos y sea, de una vez por todas, un derecho universal.
Afíliate al Sindicato y súmate a esta lucha. Vamos a cambiarlo todo juntas.