Un piso que hace cinco años se alquilaba por 600 euros en Madrid ahora cuesta el doble, 1.200 euros. ¿Qué ha hecho el casero para justificar ese aumento? Ni ha trabajado ni ha mejorado la vivienda. Es dinero que le cae del cielo, puro beneficio especulativo. Dinero que sale de nuestros bolsillos. Cada vez somos más pobres mientras hacemos más ricos a nuestros caseros. Ya no trabajamos solo para nuestros jefes, sino también para los rentistas, que cada mes nos arrebatan más de la mitad de la nómina.

Llegados a este punto, la única respuesta viable es la desobediencia civil organizada. Si es legal cobrar 1.500 euros por un piso de 40 metros cuadrados, si es legal expulsar familias enteras al finalizar un contrato, si es legal convertir barrios en escaparates turísticos mientras miles de personas no pueden permitirse una vivienda, entonces está claro: la legalidad está del lado de los especuladores. Y si la ley juega contra nosotros, solo nos queda desobedecer.

Por eso nacen los Piquetes Inquilinos. Para organizar esta desobediencia, barrio a barrio, calle a calle, convirtiendo el aislamiento, la ansiedad y la rabia en estrategia colectiva, hasta que todas las inquilinas de Madrid tomemos cartas en el asunto. Para dejar de esperar y pasar a la acción.

Los Piquetes Inquilinos son grupos de agitación que informan y visibilizan, movilizan y crean redes de apoyo en los barrios. Su labor es vincular y organizar a nuevas vecinas, formando comunidades inquilinas que se convierten en la base para articular y extender las huelgas de alquiler. Su objetivo final es claro: acumular fuerzas para impulsar huelgas de alquiler y fortalecer la lucha inquilina.

No hace falta ser experta para participar. Son espacios inclusivos y de acción inmediata, abiertos a cualquiera que quiera sumarse y pelear por un cambio real. La huelga general de alquileres es el horizonte estratégico porque esta es la única forma de forzar la bajada de los precios. Pero para llegar a ella, es necesario un proceso de acumulación de fuerzas, construcción de legitimidad y organización territorial.

Los Piquetes Inquilinos son la base fundamental de este movimiento. La organización colectiva, la desobediencia coordinada y la solidaridad entre vecinas son las herramientas capaces de transformar la realidad de la vivienda. El poder colectivo es el arma más fuerte del Sindicato: cuando las personas se organizan y actúan juntas, pueden cambiar las reglas del juego. Lo que al principio parece un grupo vulnerable frente a rentistas o fondos de inversión, pronto se convierte en una fuerza capaz de movilizarse, ganar, y conseguir alquileres dignos.

No lo dudes. El próximo 2 de marzo, acude al Piquete Inquilino de tu barrio.

¡Que empiecen los piquetes!